Estudios de psicología demuestran que la muerte de una mascota puede ser más dura que la de un ser querido

Publicado 15/03/2020 - Actualizado: 25/03/2021

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En ocasiones, superar la muerte de una mascota según la psicología puede ser más difícil que superar la muerte de un ser querido.

Todos los que convivimos en casa con animales sabemos que para nosotros son parte de nuestra familia. Son nuestros amigos, compañeros, los seres que nos demuestran amor, nos dan compañía y también los que nos alegran el día con sus ocurrencias. Todo el que ha pasado por la experiencia de perder un perro, un gato u otra mascota, sabe que este trance puede ser casi tan duro como perder a un ser querido. Puede que en ese caso alguien te haya dicho «bueno, olvídalo, en el fondo solo era un perro» y te viste impotente, al no poder explicarle lo que ese animal significaba para ti.

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Pues bien, ahora la ciencia nos da la razón. No somos excéntricos o gente demasiado exagerada. Según ha publicado la revista Shared, la científica Julie Axelrod afirma que la muerte de un perro o un gato en ocasiones puede ser incluso más difícil de superar que la de una persona. Según explica, esto se debe en primer lugar a que ese animal era una fuente de amor incondicional y de afecto para nosotros; en definitiva un compañero. Pero hay un segundo factor; mientras, cuando perdemos a un ser querido, le hacemos un funeral, lo velamos, o rezamos por él, cuando perdemos un animal, en realidad no sabemos qué hacer, y no  podemos exteriorizar nuestro dolor ni gestionarlo, digamos. Además, desde el punto de vista social, al perder a una persona todo el mundo entiende y siente empatía por nuestro estado de tristeza o depresión, podemos acudir a un terapeuta que nos ayude a digerir el mal trago, a nuestros amigos que serán comprensivos con nosotros, mientras que tras la muerte de una mascota, la gente espera que continúes con tu vida como si nada, que acudas al trabajo normalmente, que estés sereno y te sobrepongas «de forma instantánea». Así que sin nadie a quien recurrir, lo más normal es que nos encerremos en nosotros mismos y reprimamos nuestro dolor, que de esta forma no encuentra como aflorar.

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El estudio afirma que cuando nos relacionamos con un perro o un gato, nuestro cerebro actúa igual que cuando lo hacemos con una persona querida. Los mismos químicos y neurotransmisores que son liberados en nuestro cerebro cuando nos sentimos amados por alguien, se liberan cuando nos sentimos amados por nuestro perro. Entonces, al cabo de años de convivir, compartir y estar tan conectados, ¿cómo no vamos a sentir que se nos parte el alma por la muerte de nuestra mascota? Si a esto le añadimos que en ocasiones también nos sentimos culpables por haberla eutanasiado (en casos de enfermedad terminal), o que estamos apenados por haberlos visto sufrir por una dolencia o por la edad en sus últimos meses, el resultado no es fácil de digerir. Así que si vuelves a sentirte devastado tras la muerte de una mascota, recuerda que psicológicamente es algo absolutamente normal, ya que acabas de perder un miembro de la familia. Incluso la ciencia lo afirma.